Novena al Espíritu Santo
NOVENA AL ESPIRITU SANTO
Día 1. Espíritu Santo, don de Dios al alma mía, pensando en
Ti, la emoción y la admiración me embargan. No encuentro modo de expresar la
felicidad íntima que me inunda al saber que eres mi huésped dulcísimo y vida
divina en mí.
Como aguas que desbordan, mi alma queda anegada en el amor,
la calma y el deleite de contemplarte. Me quedo como atónito ante tanta
condescendencia; pienso en tu belleza siempre superior a cuanto se pueda decir
o imaginar; pienso en tu inagotable riqueza de gracia, de dones, de virtudes,
de felicidad, de frutos y de beatitud.
Pienso en tu tierna bondad que te impulsa a habitar en mí.
Tú tienes todo, tú puedes todo, tú quieres darme todo. Quedo, Señor, en un
estado de conmovida admiración a pesar de mi miseria que me hace ser el último
de la tierra. Te bendigo, te adoro, te doy gracias, te pido todo. Dame todo,
oh, Espíritu Santo.
Tres Gloria.
Día 2. Espíritu del Señor y Celeste donador, con la más
profunda humildad, pero también con toda la fuerza de mis ardientes deseos, te
suplico me concedas tus santos dones, particularmente la sabiduría y la piedad.
Acrecienta en mí estos dones hasta su completo desarrollo, de modo que mi alma
sea dócil y obediente a ti, Maestro interior y yo viva habitualmente de tus
dones y en la contemplación íntima y suave de ti y de toda la Trinidad.
Tres Gloria.
Día 3. Espíritu Santo, Maestro interior y santificador, te
pido con insistencia incansable que instruyas mi inteligencia sobre toda la
verdad y que hables a mi corazón, que me santifiques cuidando mi alma como
cuidaste la de Nuestra Señora, tu Esposa Inmaculada, la de los mártires y de los
Santos.
Estoy sediento de santidad: no para mí, sino para darte
gloria a Ti, Maestro de los maestros, gloria a la Trinidad, esplendor a la
Iglesia, ejemplo a las almas.
Veo, Señor, que no hay medio mejor para ser verdaderos
apóstoles que el ser santos, pues sin santidad se resuelve bien poco. Espíritu
Santo, escucha mi súplica y concédeme mis ardientes deseos.
Tres Gloria.
Día 4. Espíritu Santo, verdad y luz beatísima, siento una
profunda amargura al constatar que eres casi completamente desconocido o casi
olvidado por la mayor parte de nosotros.
No te pensamos nunca, porque andamos distraídos por muchas
preocupaciones, absorbidos por el espíritu mundano, desatentos a tus premuras y
delicadezas. ¡Cuál ingratitud!
Gran parte de esta culpa es nuestra, porque no vivimos la
verdad de tu presencia y acción y de la cual casi nunca hablamos a las almas.
Acoge, Espíritu divino, estos pobres sentimientos míos, en
reparación de tan deplorables olvidos, y como viva petición de luz para mí,
para los sacerdotes y para los fieles.
Tres Gloria.
Día 5. Espíritu Santo, amor y suavidad del Padre y del Hijo,
flor y perfume de la santidad de Dios, fuego divino encendido en mí, renueva
enteramente mi corazón; limpia cada mancha y oscuridad, quema cada impureza,
hazme conforme a la imagen y semejanza del Hijo divino.
Espíritu de fuego, que te dignas habitar personalmente en mí
para santificarme, enciende en mí este fuego de amor, penetra y convierte con
tu llama toda mi alma; desaparezca en mí cada afecto desordenado; empújame a
conquistas apostólicas; dóname la gracia de ser llama, y de arder de puro y
eterno amor.
Tres Gloria.
Día 6. Espíritu de fortaleza, que has dado a los mártires la
fuerza de morir gozosamente por la causa de Cristo Señor, infunde en mí este
don divino en toda su intensidad.
Sacude mi pereza e indolencia, hazme fuerte para emprender
todo lo que el Señor me pide, sin reparar en sacrificios o fatigas, para gloria
tuya y en beneficio espiritual y material de todos los hermanos.
Dame la fuerza de continuar con ardor, sin cansarme, sin
abandono, sin posibilidad de descuidar lo que he comenzado.
Dame firmeza y energía para defender intrépidamente la
Iglesia, para afirmar ante todos la integridad de la fe y la verdadera
obediencia al Papa y a los Obispos.
Dame el arrojo sobrehumano del apostolado, que yo persevere
hasta el final aunque sea a costa de cualquier sacrificio o martirio del alma o
del cuerpo. Espíritu divino, rodéame con tu omnipotencia, sosténtame con tu
vigor y penétrame de tu invencible fortaleza.
Tres Gloria.
Día 7. Espíritu de verdad y de luz, llama y calor de la luz,
luz beatísima, aclara y disipa de mi mente las sombras del error y de la duda.
Irradia e ilumina con perfecta claridad lo más íntimo del
alma. Haz que yo rechace siempre cada error; que adhiera fuertemente a la
verdad según las enseñanzas de la Iglesia; que ande en tu esplendor.
Vestido de tu santa luz, haz que yo permanezca siempre en tu
verdad y pura claridad.
Tres Gloria.
Día 8. Espíritu purificador, purifícame de cada mancha.
Santifícame y dame las virtudes de Jesús, sus mismas intenciones y
disposiciones interiores. Seas en mí el mismo Espíritu de Jesús. Comunícame
hacia Jesús el mismo amor con el que el Padre ama a su Hijo divino y dame la
misma atracción que el Padre siente hacia su amadísimo y carísimo Hijo Jesús.
Tres gloria.
Día 9. Espíritu santo, te suplico de iluminar mi mente con
la claridad de tu luz, necesaria para mí y para los que a mí se dirigen, y de
sostener mi débil voluntad con gracias de amor y de fortaleza.
Divino santificador, condúceme a la cumbre de la santidad,
por medio del trabajo continuo, paciente, dócil a tus premuras.
La santidad eres tú y yo debo dejarte vivir en mí,
favoreciendo tu obra de perfección.
Divino renovador, renueva todo, elimina cada mal, cada
peligro, cada maldad, haz todo nuevo en mí, purifícame, hazme todo santo.
Divino vivificador. Alma de mi alma, dame la fuerza de
testimoniar y glorificar siempre, junto a ti, el Hijo divino y de vivir para su
gloria y de morir en su amor.
Divino donador, dame tus dones para contemplar a Dios en la
luz de sus misterios, para comprender el verdadero valor de la vida, y de las
cosas, y para amar a todos con pura caridad como si ya estuviera en el cielo.
Gracias. Amén.
Tres Gloria.
(Novena extraída del librito Potencia Divina de Amor, del
Centro del Espíritu Santo, de Palestrina (Roma)
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